«Sin libertad de prensa, no hay democracia posible» afirmaba con completa razón Alberto Cañas Escalante hace más de 30 años, en una Costa Rica que había sido hasta entonces un histórico faro de libertad de expresión en América Latina.  Por eso nos llena de alarma y enojo ser testigos con cada vez más frecuencia, de vergonzosos ataques verbales, obstrucción de respuestas, burlas y mofa hacia periodistas que en cumplimiento de su deber,  acuden cada miércoles a Casa Presidencial a cubrir la mal llamada “conferencia de prensa” semanal del presidente Rodrigo Chaves.

Estos actos, perpetrados desde la posición que ocupa la máxima autoridad política  de nuestro país, amenazan con socavar los cimientos de nuestra sociedad libre y abierta. Desde el IPLEX condenamos enérgicamente y exigimos se frene cualquier intento de silenciar a la prensa, ya sea mediante la intimidación, la difamación o la restricción del acceso a la información pública.

Como jefe de Estado, el señor presidente tiene la responsabilidad de cuidar el tono y contenido de sus palabras, cuando habla no puede olvidar que actúa en nombre del Estado.

En lugar de utilizar su plataforma para descalificar a las periodistas,  debería concentrar sus esfuerzos, como le exige su investidura y juramento, en garantizar que todos los ciudadanos, incluidos aquellos que ejercen el periodismo, puedan gozar de sus derechos a la libertad de expresión y al ejercicio de su profesión sin temor a la estigmatización, la represaría o cualquier otra forma de intimidación.

Los funcionarios públicos y el presidente el primero, tienen el deber ineludible de adoptar un discurso público que contribuya a prevenir la violencia contra periodistas, así como reconocer de manera constante, clara, pública y firme la legitimidad y el valor de su labor, aun cuando las preguntas y la  información difundida pueda resultar crítica, inconveniente e inoportuna para los intereses del gobierno.

La libertad de prensa es un pilar fundamental de la democracia. Y esa libertad no puede ser real si quienes la ejercen viven bajo el miedo, la amenaza, el acoso, la estigmatización o la autocensura.